miércoles, 22 de diciembre de 2010

El pirata y Susannita salen del bar


-Dime, ¿Por qué has decidido venir por primera vez a este bar?.
-Primero de todo, ¿Cómo sabes que es mi primera vez?, segundo, ¿Es que ha de haber un motivo?.
-Bueno, si hubieras estado por aquí antes me hubiera dado cuenta. Y lo segundo... sí, la gente que entra en este pub tiene un motivo.
-Ya ¿Y cuál fue el tuyo?.
-Perdí la Perla Negra- contestó con el tono de un capitán que ha perdido el mando de su mejor barco- No, en serio, no me acuerdo muy bien.
-Lástima, me hubiera gustado saberlo. ¿Sabes? es curioso pero yo tampoco me acuerdo de mi motivo.
-Supongo que por eso venimos aquí, para olvidar. Pero tu aún no lo has hecho.
-Puede, ¿Quieres que pida algo para picar?.
-Vale, pero no pidas cacahuetes, llevan como diez años en el bar.
-Gracias por la advertencia, pero me apetecen cacahuetes- y los pedí, horas después mi estómago pagaría por ello.
-¿Siempre haces lo que tú quieres?.
-Sí, siempre.- me metí un cacahuete en la boca y lo mastiqué lentamente, luego me pasé la lengua sobre el labio inferior para saborear la sal que me había dejado el cacahuete y miré a Sparrow directamente a los ojos, él me correspondió con su mirada.
-¿Sabes qué?- él seguía mirándome a los ojos y yo ya no pude rechazar esa mirada, nuestros ojos estaban unidos por algo más que electricidad.-Que yo también hago siempre lo que quiero- apartó su mirada y me rozó el oído con sus labios- Y por eso ahora te voy a besar.
Me besó en los labios, suavemente, con delicadeza, levemente, durante unos pocos segundos, luego echó su cabeza hacia atrás, nos volvimos a mirar a los ojos por un espacio corto de tiempo, nos sonreímos y me lancé a besarle, bruscamente, sin delicadeza y con toda la fuerza de mi ser, durante muchos segundos.

Dejamos el bar justo antes de terminar la hora feliz y en el momento exacto en el que Tina estaba bebiendo un botellín de cerveza subida en la mesa central.
-¿Dónde vamos?-pregunté como pude pues estábamos corriendo calle abajo cogidos de la mano.
-A la mejor barra de la ciudad.
-Ah, ¿Vamos a hacer la última?- deseaba que no fuera así, parecerá que soy una facilona, pero deseaba que me llevara a su casa.
-La penúltima, siempre es la penúltima. Un detalle Susannita, la mejor barra de la ciudad está cerca de mi casa.
¡¡Bien!!, pensé para mis adentros en el momento en el que nos deteníamos delante de una gran moto negra y roja
-Ah, por cierto, para ser más exactos... la barra está en mi casa.
¡¡¡Mejor!!!, pensé mientras me ponía el casco que me había dado y subía encima de esa grandiosa moto.
-Espero que no me estés engañando y que realmente la tuya sea la mejor barra de la ciudad.
-No lo dudes ni por un segundo- y salimos disparados a una velocidad desorbitante, me agarré a él fuertemente y nos dirijimos hacia la que sin duda alguna, puedo decir que es la mejor barra de la ciudad.

El ruido del motor de la moto, su espalda ancha y fuerte, las luces deslumbrantes de la noche barcelonesa, las estrellas incontables en el cielo, el viento haciendo bailar a mi pelo y sobretodo su cabello corto y moreno haciéndome cosquillas en la nariz.... no pude hacer nada más que dejarme llevar.

Marina

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Piratas en el bar



La hora feliz consistía en que absolutamente todas las cervezas del bar reducían su coste a la mitad y si subías encima de la mesa y conseguías beber un botellín de cerveza en menos de 15 segundos... el camarero, amablemente, te servía una buena caña absolutamente gratis. Un chollo, pero eso sí, tan sólo duraba una hora, ni más ni menos.
Después del toque de campana toda la gente empezó a revolucionarse aún más, y yo, que ya estaba a punto de marcharme decidí que me iba a quedar un ratito más... me quité la camiseta de manga larga y me quedé en tirantes, después me deshice el moño que llevaba en el pelo y moví la cabeza a los lados para desmelenarme y por último me acordé de la barra de labios que tenía en el bolso y me los pinté de rojo. Estaba en ese bar e iba a olvidarme de.... ¿cómo se llamaba? ah sí, Miguel.
Me dirigí a la barra como pude y me pedí una Guiness bien fresquita y con la espuma bien puesta. Fui a la sala de la mesa central y me puse a bailar como una loca mientras sonaba Mr.Brightside de The Killers... salté, bebí, grité, bebí, me revolví el pelo, bebí, salté, salté, salté y bebí, bebí, bebí. Cuando me terminé esa primera Guiness fui hacia la barra y me pedí otra, y al cabo de 10 minutos otra y otra.... y sí, otra más... cuando iba a la barra para buscar ésta última ya iba un pelín perjudicada pero sin llegar a estar como una cuba... sólo el puntillo que se suele decir... el camarero cuando me vio, directamente, se fue a buscar una Guiness y me dijo al oído que disfrutara el momento que la hora feliz, dura eso, una hora... le sonreí sin saber muy bien qué hacer, le cogí la cerveza y pagué la consumición, di un trago y me giré... pero... no pude adivinar que detrás de mí había alguien, choqué y le tiré toda la cerveza encima:
-¿¡Porqué no miras por dónde vas!?. me gritó mirándose hacia su camisa completamente empapada de cerveza. ¡¡joder!!.
-Perdona, no te había visto.
-¿¡¡No me habías visto cegata de mierda!!?.
-Serás imbécil, ya te he pedido perdón... lo tomas o lo dejas, déjame pasar y no me amargues, chaval.
-¿Como las lentejas?.
-¿¿Qué lentejas??.
-Sí, que las tomas o las dejas.
-Sí, muy bien, qué gracioso... ¿me permites? quiero pasar a la sala.
-¡¡¡Espera!!!.- me dijo justo antes de bloquearme el paso con su brazo fuerte como una roca.
-¿Qué quieres?- contesté con desgana, quería ir a la sala y volver a enloquecer.
Me miró directamente a los ojos, y cambió mi mentalidad, lo que me había parecido al principio no era en absoluto lo que veía ahora. El chico no estaba mal, tenía unas facciones muy duras y unos ojos marrones intensos, moreno de piel, camiseta negra ajustada marcando todos los músculos, alto y fuerte... muy fuerte. No me contestó a la pregunta, tan sólo se pasó el dedo índice por encima de su (carnoso) labio.... lo interpreté mal, pensaba que se estaba insinuando y pasé de él, le di un golpe en el brazo para que me dejara pasar pero me detuvo de nuevo.
-Oye... mmmm- levantó las cejas, se mordió el labio y me volvió a mirar a los ojos.
-¿No pretenderás que te diga mi nombre, verdad?.
-Vale, pues ves a la sala y haz el ridículo.
-¿Por qué iba a hacer el ridículo?
-No sé.... quizá porque no me dices tu nombre.
-Está bien... me llamo..... Susanna.-Fue el primer nombre que se me pasó por la cabeza, no iba a darle el mío.
-¿Susannita tiene un ratón?.
-Sí, un ratón chiquitín. Oye, ya te he dicho mi nombre. Te toca a ti, ¿Porqué voy a hacer el ridículo?
-No te lo voy a decir.... aún.
-No estás siendo justo, te he dicho mi nombre.
-Me has mentido, ése no es tu nombre. No tienes cara de Susanna.
-No te he mentido.
-Muy bien, si tú te llamas Susanna yo me llamo Jack Sparrow, o mejor, Tutankamon o.... Alejandro Magno.
-mmm decídete.
-¿Tutankamon?- me preguntó y yo le negué con la cabeza.
-¿Alejandro Magno?
-Tampoco.
-Sólo queda uno... ¿Jack Sparrow?.
-No está mal.- Muy bien capitán, se acabó el juego, ¿Porqué voy a hacer el ridículo?.
Jack Sparrow volvió a frotarse el labio con el dedo.
-¿¿¡¡Quieres dejar de hacer eso!!??.
-Te estoy contestando, de hecho... lo he hecho desde un principio, antes de que me dijeras tu nombre... Susanna.
Entonces me di cuenta, justo antes de tirarle la cerveza al capitán Sparrow le había dado un trago y ésta llevaba una buena dosis de espuma. Cuando me di cuenta... me lamí el labio rápidamente.
-¡¡Al fin!!- pensaba que eras más rápida ratoncita.
-¿Ratoncita?.
-Por susannita. Ya tienes los labios limpios de espuma, puedes pasar a la sala que no ocurrirá nada.
-Ya. Oye...
-Dime.
-Nada.
-Juraría que me ibas a invitar a tomar una cervecilla pero veo que debía estar equivocado.
-Equivocadísimo.
-Ya.... ¿y si te invito yo?.
Le miré de la manera más penetrante que sabía -o que podía- y con una sonrisa en los labios le dije: -Siempre es un placer hacer tratos con usted, capitán Jack Sparrow.
Marina