domingo, 15 de mayo de 2011

Toma de contacto

-¿A que eran deliciosos? - me preguntó Miguel.
-Pues sí, la verdad - realmente esos eran los mejores tallarines que había comido nunca.
-Me alegro de que te hayan gustado. Oye, que no se enteren que te digo esto pero... los postres no son un punto fuerte de este restaurante.
-¿Ah no? - le pregunté sorprendida por su sinceridad.
-No, las natillas caseras se llaman "caseras" porque es nuestro cocinero quién mezcla los polvitos con el agua hirviendo, y el tiramisú al toque se llama "al toque" porque se le añade al lado un montón de nata de la mala para que el postre parezca más contundente a pesar del minúsculo trozo de tiramisú que te ponen.
-Pues si es así... gracias por la advertencia - odio la nata de spray.
-Así que, si te parece bien, podríamos ir a una heladería que hay aquí cerca o si prefieres ir más fuerte podríamos ir a un pub que hay también muy cerca, creo que ya te hablé de él.
-Sí, uhmm mejor vamos a por ese helado, me apetece mucho - me aterrorizó la idea de encontrarme a Sparrow en el pub.
-Pues déjame que pague y nos vamos a por los helados, tienen uno de mascarpone con ron que es delicioso. - Me dispuse a sacar el monedero de mi bolso, pero ni siquiera pude llegar a tocarlo, Miguel me paró las manos. - Este restaurante es como mi casa, no te puedo dejar pagar, además no te preocupes, ser hijo del jefe conlleva descuentos importantes. - Dejó el dinero en la mesa, hizo una señal a uno de los camareros y nos levantamos de nuestras respectivas sillas, fue entonces cuando me di cuenta que nos habíamos acabado todo el vino de la botella, todo daba vueltas a mi alrededor.
-Madre mía, ¿nos lo hemos bebido todo? - Miguel asintió con una leve sonrisa en la cara y me acompañó en todos mis movimientos con su mano en el hombro, debía de parecerle bastante torpe. -No estoy borracha, tranquilo.
-Lo sé, pero si ya eres torpe en estado natural, bebida podrías tropezarte hasta con un papel que estuviera en el suelo.
-Muy gracioso, pues para tu información soy campeona en salto de obstáculos.
-¿Campeona de qué? - preguntó mientras abría la puerta del restaurante, al hacerlo, un soplo de aire frío me sorprendió... realmente estaba siendo un marzo muy duro.
-De salto de obstáculos.
-¡Eso ya lo sé!, me lo acabas de decir, digo de qué, de Barcelona, de Catalunya, de España.... del mundo... - me sonó demasiado irónico.
-Ahora no te lo digo - se echó a reír.
-Va Marina, no seas así, dímelo.
-De mi colegio de York.
-¿Cuándo dices colegio quieres decir clase?- me preguntó divertido, y la verdad es que yo también me estaba divirtiendo.
-Sí, quiero decir clase.
-¿Cuántos erais?- preguntó a la vez que se colocaba una bufanda a rayas verdes que le sentaba genial.
-10. - contesté secamente.
-No necesito hacer más preguntas - dijo con tono victorioso.
-Ya te encontraré puntos flojos, no sufras que todos los tenemos.
¿Aún no has encontrado ¿ninguno?.
-Sí, uno.
-¿Cuál?.
-No te lo voy a decir, me lo reservo - me hice la interesante.
-Vale, te creo. ¿Te sigue apeteciendo el helado?, lo digo porque hace fresco y quizá estaríamos mejor en ese pub.
-No hay nada como comerse un helado con chocolate deshecho por encima en invierno.
-Tienes razón, pero incluso eso se puede mejorar.
-¿Cómo? - las yemas de nuestros dedos se rozaron accidentalmente.
-Comiendo un helado en invierno contigo. - me cogió de la mano y yo me quedé callada sin saber qué decir.


De esa noche lo que menos recuerdo fue nuestra cena en el restaurante, los tallarines, el vino, nuestro roce de manos, ese helado... porque hay tres segundos que eclipsan a todo lo demás.




Marina

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