viernes, 12 de agosto de 2011

Cuando menos lo esperas...

Cuando tienes un examen de una de las asignaturas más duras de tu carrera a la mañana siguiente, lo que menos deseas es que acabe la jornada en la facultad y tener que volver a casa, comer algo rápido y ponerte a estudiar recordando a toda la familia de quienquiera que hubiese intervenido en la creación o descubrimiento de aquello que estudias. Y con ese deseo de alargar todo lo que se pudiera la vuelta a casa bajábamos Tina y yo las escaleras hacia el patio exterior de la facultad mientras repasábamos los apuntes que entraban para el examen del día siguiente, resolvíamos dudas, nos aguantábamos las lágrimas que estaban a punto de caer de nuestros ojos e implorábamos a todos los dioses para que se produjera un milagro. Pero a veces, y cuando menos te lo esperas, tu suerte puede cambiar.

-No entiendo por qué tenemos que estudiar esto. Se supone que nosotros no podemos recetar nada.-criticaba Tina a los cuatro vientos-. No necesito saber de qué está compuesto el Prozac, ni cuándo se ha de administrar, ni nada eso.
-Ya, si tienes razón pero es que lo que hay- dije para mi sorpresa en vez de continuar la crítica de Tina.
-Claro, a ti esto se te da bien, pero no todos tenemos esa suerte-protestó.
-Bueno, la suerte es muy relativa- mientras decía esto un rostro atrajo mi mirada-. Joder- esta última palabra me salió del alma.
-¿Qué?- quiso saber Tina.
-¿Ves a ese chico de la sudadera de rayas?-dije disimulando.
-¿Ése?-preguntó Tina señalando con el dedo.
-Shhhhh, no señales que nos va a ver-supliqué.
-Vale, vale tranquila. Ohm ¿es el de la sudadera amarilla?
-No, es una sudadera gris- dije haciendo ver que leía los apuntes cuando en realidad mis ojos sólo enfocaban una cara.
-Vale, creo que ya lo veo. Que sepas que es una sudadera amarilla a rayas grises pero bueno, eso ya es como el enigma de las cebras.
-¿Qué dices?, es gris con rayas amarillas-contesté muy muy segura de mí misma (y estaba en lo cierto).
-Bueno, vale y qué pasa- preguntó Tina que estaba ya harta de tantos disimulos.
-Pasa que es Miguel.
Inconscientemente fuimos acercándonos cada vez más a él.
-¿¡Miguel!?-gritó Tina incrédula.
-Sí, Miguel.
-¿El Miguel del bus?, ¿el Miguel de la cena?, ¿el Miguel del helado?
-Sí, todos esos son él.
-Uhhh pues es más guapo de lo que me imaginaba. Le pega Miguel, sí tiene cara de Miguel-aseguró Tina.
-Vale y ahora qué hago, ¿me acerco a él?- aunque poco a poco estábamos más y más cerca ya de él.
-Claro, no creo que esté aquí por alguna otra razón que no seas tú. Va, no seas tonta es Miguel.
-Ya, y qué digo, qué hago... me acerco y digo:- ¡Miguel! ¿Cómo tú por aquí?-grité.
Pero no hizo falta porque en ese mismo instante se giró hacia donde estábamos nosotras.
-Sí, suele pasar, cuando dices mucho el nombre de alguien que está cerca de ti éste acaba girándose-susurró Tina sin que él llegase a oírlo.
-Mi...Miguel, ¿qué estás haciendo aquí?-le pregunté algo incómoda por la situación.
-Dije que te llamaría, pero que no me dieras tu número dificultó mucho la tarea, así que he indagado por donde está tu facultad y bueno, aquí me tienes.
-¿Cómo has sabido que es esta mi facultad?, hay muchas de psicología-le pregunté con mi mirada sospechosa.
-Hice una lista de posibilidades y da la casualidad de que esta es la segunda de la lista-se explicó-. Ayer no acerté-añadió.
-Me alegro de que hayas acertado- dije no muy convencida-. ¡Oh!, ella es Tina, una amiga- le dije después de que Tina me diera un disimulado pero doloroso codazo.
-Hola, yo soy Miguel- dijo antes de dar dos besos a Tina.
-Sé quién eres- le contestó Tina con media sonrisa.
-Bien, ¿tenéis algo que hacer u os apetece ir a tomar algo?- preguntó Miguel.
-Bueno, Tina ya se iba- anuncié.
-¿Ah sí?-me preguntó Tina.
-Sí- le aseguré yo.
-Bueno pues Miguel, un placer conocerte- dijo guiñándole un ojo.
-Lo mismo digo- contestó él.
Cuando Tina ya se había ido nos miramos a los ojos y nos cogimos de la mano. Fue ese contacto el que me hizo darme cuenta de que él era Miguel, el de las pecas en los brazos.
-Vaya, es muy simpática tu amiga- dijo Miguel para quedar bien.
-Sí, bueno, parece que te tire los tejos ¿verdad?- no me hizo falta ver cómo Miguel afirmaba con la cabeza para continuar-. Actúa así con todo el mundo, pero no te preocupes, no es peligrosa... a no ser claro, que tengas tetas.
-Pues a su desgracia y a tu fortuna, no, no las tengo- dijo antes de reírnos- y bueno, ¿te apetece que vayamos a comer algo?, estoy hambriento.
Y entonces recordé el examen que tenía al día siguiente.
-Lo cierto es que sí tengo algo que hacer, lo siento- dije con pena.
-Tranquila, ¿qué tienes que hacer? o bueno no me lo digas, como prefieras- dijo, con pena también.
-Mañana tengo un examen. No lo llevo mal, pero he de repasar.
-Vaya... bueno, dame tu número y te llamo para quedar- ofreció mientras sacaba su móvil del bolsillo de la sudadera.
-Aunque se me está ocurriendo algo que podríamos hacer, siempre que quieras claro.
-¿Tú estás en esos planes?- preguntó.
-Sí-contesté.
-Entonces claro que quiero- dijo mientras a mí se me caía la baba con él.
-No hay nadie en mi casa, así que podrías venir, cocino algo, comemos y repasamos juntos el examen.
-Me parece perfecto- declaró con felicidad en la voz-. Excepto por un detalle.
-¿Cuál?- quise saber.
-Que cocino yo.

Marina

jueves, 4 de agosto de 2011

Como dos tontas

-Marinaaa - dijo en voz bajita Tina -Tsé, Marinaaa.
-¿Qué? - me atreví a decir. El examen de psicofarmacología era en dos días y no me atrevía a cabrear a la Peláez.
-Tíaaa, cuéntame cómo fue con Miguel-suplicó mi amiga.
-¿Ahora?-pregunté incrédula a Tina y ella respondió afirmando con la cabeza y con los ojos expectantes de información.-No Tina, ahora no-le contesté hoscamente.
-¿¿!!Se puede saber qué está pasando allí!!??- el gritó de la Peláez sacó a la mitad de la clase del sueño en el que estaban inmersos mientras la profesora daba su clase.-Vosotras dos -dijo señalándonos con su dedo índice.-Hagan el favor de abandonar la clase, tienen suerte de que permita que se examinen dentro de dos días pues me tienen ya muy harta. ¡Salgan!.

Salimos de esa clase lo más rápido que pudimos, aunque nos costó lo nuestro porque constantemente tropezábamos con nuestra propia dignidad, la risita del resto de estudiantes se clavaba en nuestros oídos haciéndonos perder el equilibrio y la gran vergüenza que estábamos pasando nos cegaba el camino hasta el exterior de la clase.

-¡Perfecto Tina! - le reproché.
-Lo siento... no pensé que nos iba a pillar -se disculpó con la vista clavada en el suelo gris de la facultad.
-¡Pero si siempre nos pilla! en fin... -no quería enfadarme con Tina, así que decidí dejar de echarle más leña al fuego porque sino acabaríamos quemándonos.- ¿Y ahora qué hacemos? -no teníamos más clases después de esa así que lo más inteligente era marcharnos de allí.
-Pueees tenemos dos opciones: una sería la responsable; ir hacia la biblioteca para estudiar- Tina no estaba muy convencida de esa opción y la verdad es que yo tampoco.
-¿Y la otra opción?- pregunté arqueando una ceja.
-La otra opción sería comportarnos como las chicas de Sexo en Nueva York e ir a un buen café para que nos pongamos al día; tú me cuentas lo tuyo y yo te cuento lo mío mientras nos tomamos un buen cappuccino con un cup cake de esos tan coloridos. ¿Qué me dices?
La verdad es que tenía que estudiar pero... siempre va bien ser un poco Carrie Bradshaw así que no dudé al decir:-Me quedo con la segunda opción.

No tardamos mucho en llegar al centro de Barcelona. Tuvimos que coger el metro y yo recordé esos segundos en los que, él en el andén y yo subida en el tren que iba en el sentido opuesto al suyo, Miguel y yo nos despedíamos con la mirada pero con la mente puesta en cuándo íbamos a volver a vernos.

Nos sentamos en unas sillas de madera envejecida y pedimos un zumo de naranja cada una porque a pesar de que el cappuccino y el cup cake que habíamos pensado inicialmente eran muy tentadores también es cierto que debíamos cuidarnos un poco la línea.
La atmósfera de ese café era muy agradable. Las paredes eran de un color marrón oscuro pero gracias a la gran cantidad de luz solar que se filtraba por cada una de las ventanas, el lugar no era para nada sobrio. En el medio del café, delante del mostrador de las pastas y de las diferentes clases de café que servían, había una escalera pintada de oro envejecido que llevaba a la planta superior. Pero lo que más llamaba la atención era una gran arpa dorada situada en una de las esquinas de la habitación que evocaba al arpa del poema de Bécquer.

Pasados unos minutos la camarera nos trajo nuestros respectivos zumos de naranja y nos dispusimos a hacer lo que habíamos venido a hacer. Hablar.

-¿Y bien Marina?, ¿Cómo fue? - se apresuró a decir Tina justo antes de dar un buen sorbo a su copa.
-Tina, fue... estuvo... -no sabía cómo describir lo que sentí la noche anterior.- Fue increíble.
Le expliqué todo con pelos y señales; mi caída al entrar en el restaurante, los tallarines al pesto, el frío que hacía, su manchita de un verde más oscuro en el iris, los helados, la carrera por las calles de Gràcia mientras lo perseguía, el beso, la fuente, más besos, la mutilación del jersey, aún más besos y finalmente el adiós en el metro.
-Vaya, ¡menuda noche! - dijo Tina divertida.- Me alegro mucho por ti, ese Miguel tiene buena pinta y... ¿Cómo está?- preguntó con interés.
-¡¡Buenísimo!! - y las dos empezamos a reírnos como tontas. Finalmente nos repusimos y proseguí.- Es alto, ni delgado ni gordo, pelo castaño a lo Ashton Kutcher, ojos verdes, labios suaves y viste muy bien.
-Bueno, sabes que yo no entiendo mucho pero... menudo bombón, ¿no? -dijo levantando una ceja.
-La verdad es que sí. -sentencié.
-¿Mejor, igual o peor que el piratilla ese?- Tina preguntaba por Sparrow y yo la verdad es que ni me acordaba de él.
-Pues diferente. Digamos que Miguel es un Ferrero Rocher... almendrado por fuera, con crema de chocolate por dentro y con una avellana en el interior, un bombón suave y dulce que se deshace en la boca. En cambio Sparrow es más como un... Mon Cheri, fuerte chocolate negro por fuera y con un dulce y excitante licor de cerezas en su interior.
-Pero el almendrado te tira más, ¿verdad?-observó con acierto Tina.
-Y la avellana en el interior me encanta. -di un sorbo al zumo pensando en Miguel.- Y bueno pelirroja, ¿Qué tal tú con Julia?
-Pues asustada.- dijo para mi sorpresa Tina.
-¿Asustada?, pensaba que estaba yendo todo genial con ella.
-Es que está yendo genial.
-¿Entonces?- no entendía qué le podía estar pasando a Tina.
-Pues que sabes que yo nunca he tenido una relación estable, siempre he ido picando todo lo que he podido y más. Y ahora tengo miedo porque me da la impresión que en cualquier momento puedo hacer o decir algo que haga que todo lo bonito que tenemos se vaya a la mierda.
-Pero cariño no pienses así. Estáis bien juntas y las cosas surgirán solas. Es cierto que no tienes experiencia en relaciones importantes pero... ¿quién las tiene a esta edad?, somos jóvenes y tenemos derecho a equivocarnos. Tú sólo disfruta de todos los momentos que pases con ella y sé tú misma, con tus cosas buenas y tus cosas malas, y lo que tenga que pasar que pase porque pasará por alguna razón.
-Ya... pero es que Julia es tan perfecta. Tengo mucho miedo de perderla.
-Y tú también eres perfecta Tina y estoy segura que ella tampoco quiere perderte por nada del mundo- cuando Tina se sincera me gustaría tener toneladas de ternura para podérsela regalar porque realmente te abre su corazón y se vuelve dulce como una niña pequeña.
-Tendrías que conocerla. Ya te la presentaré un día, ¿vale?
-Me parece perfecto. Tengo ganas de conocerla, debe ser muy especial si ha despertado esto en ti.
-Lo es, sin lugar a dudas lo es.

Y allí estábamos las dos. Sentadas en un café tomando un zumo de naranja y profundamente enamoradas de personas que nos iban a querer, que nos iban hacer pasar momentos inolvidables, que nos harían realmente felices pero que desgraciadamente, en su momento, también nos iban a hacer mucho daño.


Marina

De vuelta

Por primera vez hablo yo, la persona que escribe la historia de este blog. Y no lo hago sin motivo porque lo que voy a decir es algo bueno para unos, quizá malo para otros y puede que indiferente para muchos.
Lo que tengo que decir es que la historia de este blog va a ser retomada y que continuaré tal y cómo lo había dejado. Si he hecho un parón ha sido porque en los últimos meses he estado tan liada con exámenes finales, notas, selectividad y un listado más de cosas que me dejaban agotada y sin capacidad para escribir en el blog. Pensaba muchas veces en ponerme a escribir y en cómo continuar la historia pero nunca llegaba a sentarme delante del ordenador y teclear para escribir este intento de historia. Pero sí que tenía claro que no iba a abandonar a los personajes que poco a poco había ido definiendo con más o menos acierto, pero que con tanta buena intención había creado.

He ido viendo que las visitas al blog no cesaban y que cada día había más y más hasta llegar a una cifra que nunca me hubiera imaginado y eso me hace sentir orgullosa y con ganas de continuar.

Así que no voy a hacer esperar e inmediatamente después de publicar esta pequeña entrada, una nueva entrada verá la luz.

Sé que ha pasado mucho tiempo y es muy probable que ya se haya perdido el hilo de la historia porque hasta yo al ponerme a escribir he tenido que consultar publicaciones anteriores así que voy a hacer un pequeñísimo resumen de lo último que escribí:

Marina, después de elegir a Miguel y descartar a Sparrow se dispuso a encontrar a Miguel para ver si podía ocurrir algo entre ellos, así que se aventuró a hacerle una visita al restaurante en el que Miguel trabaja como camarero. Pero al llegar allí le dicen que está de baja por una migraña muy fuerte y que hasta dentro de dos semanas no iba a poder volver a trabajar. Marina, a pesar de la desilusión, decide esperar esas dos semanas por muy largas que se le pudieran hacer. Una vez pasado el tiempo vuelve a ir al restaurante y esa vez sí que tiene suerte y consigue cenar con Miguel. Después de esa cena fueron a comer unos helados y un conjunto de incidentes relacionados con los helados y totalmente intencionados por parte de los protagonistas les llevan a su primera toma de contacto que vendría inmediatamente seguida por su primer beso.

Por otro lado Marina no olvida del todo a Sparrow ya que en todas las calles encuentra fotografías del Capitán de Disney que le hacen que le sea imposible no pensar en él.

Y Tina ha conocido a Julia, una chica muy especial que le está abriendo una nueva puerta en el mundo de las relaciones.


De todas formas, si os apetece, recomiendo que repaséis las últimas entradas porque hay detalles en ellas que aparecerán en las entradas futuras.

Espero que a los que os gustaba el blog os siga gustando como antes y sobretodo os doy las gracias por hacer el esfuerzo de leer lo que con buena voluntad y algo de torpeza intento escribir.






Ariana

domingo, 29 de mayo de 2011

Adiós jersey, adiós

-Bueeeno, no está mal – Dijo Miguel, parecía insatisfecho, como si el beso no le hubiera gustado.
-¿Qué?, ¿qué pasa?, ¿ha estado mal el beso o…?. - Nunca me había pasado algo igual, de hecho nunca me había planteado si besaba bien o mal supongo que porque nunca nadie antes había parecido insatisfecho, pero en ese momento me sentí muy pequeña y avergonzada y también algo enfadada conmigo misma o con Miguel no podía identificarlo del todo.
-No , no. El beso ha estado genial, de verdad. Decía el helado, he probado mejores.
-Ah – Menos mal, hubiese sido muy frustrante que nuestro primer acercamiento hubiese sido tan penoso, pensé.
-Por eso te he dado un beso, ¿eh?, para quitarme el mal sabor de boca que me había dejado el helado, no por nada más.
-Ya, claro. La verdad es que muy bueno no está, he comido también mejores – Era verdad, el helado dejaba un regusto… como ácido y eso no significaba nada bueno para tratarse de un helado de dulce de leche.
-Pues en esa heladería todo está buenísimo, menudo ojo tienes ¿eh?
-Sí, suelo pillar lo peorcito del mercado – Le lancé una indirecta.
-Vaya, ¿En qué momento me he convertido en un helado?- me miró con gracia y después echó la vista al cielo.
-En este momento – Y le aplasté todo el cucurucho de dulce de leche en la cara- Me mordí los labios para contenerme la risa y también para ganar unos segundos para poder adivinar la reacción de Miguel ante tal niñería. Segundos de incredulidad, en los que Miguel me miraba a los ojos sin comprender nada de lo que había pasado. Empecé a preocuparme por si había ido demasiado lejos, pero entonces atisbé una sonrisilla debajo de un montón de dulce de leche y supe que se estaba riendo.
-Ah muy bien, ahora tengo un líquido asqueroso por toda la cara, y Dios - Se lamió un poco la cara - ¡Por Dios!, ¡Qué cosa tan ácida!
-Sí, yo creo que está en mal estado – dije mientras reía a carcajadas.
-Ahora moriré de una intoxicación y la culpa te perseguirá durante el resto de tu vida, a no ser que…
-¿A no ser que qué?- le pregunté levantando una ceja.
-Que ajustemos cuentas, ojo por ojo diente por diente, ya sabes la ley del talión.
-Uuui ya veo por dónde vas y no pien… - Demasiado tarde, un cucurucho de mascarpone con ron aterrizó en mi cara. – La verdad es que el tuyo está mucho mejor.
-Sí, es que yo sí que tengo buen ojo –Acababa de convertirme en un helado y Miguel acababa de guiñarme el ojo.
-Oye, la gente nos mira raro… ¿Tienes algo para limpiarnos la cara?
-Uhmm me parece que no, llevo lo justo, móvil, cartera y llaves. ¿Llevas tu algo? – preguntó después de haberse metido la mano en los bolsillos para comprobar que no llevaba nada.- Bueno, en dirección al metro hay una plaza, seguro que hay alguna fuente para lavarnos.
Estuvimos andando unos diez minutos hasta que llegamos a la Plaça del Diamant, donde por suerte había una fuente, pero la vergüenza de ir por la calle con helado chorreándonos por la cara quedaría siempre grabada en nuestra memoria.
-Nunca había venido tanto por aquí, es bonito.
-¿Gràcia?, sí. Tiene mucho encanto, es como un pueblo, llena de plazas, calles estrechas y empedradas pero con lo que toda ciudad ofrece, teatros, cines, supermercados, tiendas curiosísimas, buenos restaurantes y bares muy variopintos.
-Sí, ¿eres el alcalde de Gràcia o algo así? – me reí.
-La verdad es que te la he vendido. – dijo algo avergonzado
-Bueno, no me has vendido ninguna moto. Mira allí hay una fuente.
Nos acercamos y cuando Miguel apretó el botoncito de la fuente… no brotó agua ninguna.
-Mierda, pues no pienso ir al metro con esta pinta – dije convencida.
-Bueno, si quieres podemos ir al restaurante.
-No no, y que nos vea tu padre así, prefiero lo del metro. – me quedé durante unos segundos pensativa.
-¿Qué?-preguntó Miguel impaciente.
-Hay una opción, tal vez…. Y le mostré lo que llevaba en la bolsa.
-¿Mi jersey? - estuvo callado unos segundos, pensando – No pienso sacrificarle por lavarnos la cara.
-No hay otra opción Miguel, hay que afrontar las pérdidas, por muy duras que éstas sean. – Cogí una manga del jersey , se la acerqué a la cara, y le limpié la nariz, después una mejilla y cuando iba a limpiarle los labios se lanzó encima de mi cara y literalmente me comió a besos.
-Es que otra vez no soportaba el sabor de este helado y claro, tenía que quitarme el mal sabor de boca. – se “disculpó”.
Continué quitándole el helado de la cara. Al terminar, una manga y media del jersey estaba llena de dulce de leche. Me dispuse a lavarme la cara, pero Miguel cogió el jersey y me lo pasó por la cara. Primero una ceja, luego un párpado, la nariz y una mejilla, la verdad es que con su “ataque” de antes ya estaba bastante limpia.
-Creo que voy a tener que tirarlo- dijo. – Era un jersey precioso que calentaba y abrigaba mucho en invierno, me acompañó tantas veces y pasamos juntos tantos tragos- Hizo cómo que se secaba una lágrima.
-No seas teatrero. Hagamos una cosa, partámoslo, yo me quedo una parte y tu otra.
-¿Quieres que lo mutilemos?, por favor piedad que aún está de cuerpo presente. Vaale, hagámoslo, será un recuerdo del peor helado del mundo.
-Vale- Rebusqué en mi bolso y saqué unas tijeras.
-Ah muy bien, no llevas pañuelos de papel cómo hacen las personas normales pero sí unas tijeras. – dijo en un tono sarcástico.
-Sí, es que nunca se sabe cuándo las vas a utilizar para mutilar a un jersey y es mejor ser precavida. –Le entregué las tijeras- Haz tú los honores.
Me dio el jersey y lo estiré para que estuviera bien tenso. Miguel acercó las tijeras y con unos movimientos muy decididos dio algunos cortes… Ras…Ras…Ras… hasta que lo dividió en dos trozos totalmente asimétricos.
Nos acercamos hasta la boca del metro de Fontana y me preguntó qué dirección cogía.
-Zona universitaria y después he de hacer transbordo. ¿Tú?- pregunté con esperanzas de que me dijera que él también.
- No, yo no. Cojo Dirección Trinitat Nova hasta Vallcarca.
-Calles empinadas. –Es lo único que se me ocurrió decir.
-Sí- Dijo extrañado por mi estúpido comentario. Sí la verdad es que sí, además vivo en una que lo es bastante.
-Bueno, me lo he pasado muy bien esta noche.
-Yo también- Me dijo sonriendo.
Esta vez fui yo la que le dio un beso.
Y nos fuimos cada uno por nuestra dirección.
Al llegar al andén que nos tocaba a cada uno, nos pusimos en frente el uno del otro con las vías del metro que nos separaban. No pasaron diez segundos que mi metro llegó. Por una vez en la vida era puntual y por una vez en la vida hubiese deseado que se retrasara indefinidamente. Subí al metro y me senté en el asiento que estaba al lado de la ventanilla que daba directamente a Miguel. Le dije adiós con la mano y el hizo lo mismo. Cuando el metro empezó a arrancar Miguel me hizo un gesto de que me llamaría, le levanté el pulgar para expresarle que estaba conforme y sin más el metro cogió velocidad cómo si no fuera consciente del momento tan especial que estábamos viviendo los dos, y es que de hecho nadie tenía ni idea, cada uno iba con su vida y sin embargo parecía que la nuestra se había detenido al conocernos
.










Marina

domingo, 22 de mayo de 2011

Segunda toma de contacto

¿Habéis ido alguna vez por Gràcia de noche?. Hay dos tipos de personas según su idea de la vida nocturna de ese barrio: Para unos no es más que el entretenimiento de ir esquivando borrachos, cristales en el suelo, calles oscuras estrechas y algo sucias, bares sospechosos y que no pasarían el control de sanidad, pero sobretodo alboroto, mucho alboroto. Pero para otros el borracho de antes es un personaje que vive la vida, los cristales provienen de la botella que ha sido fuente de diversión para algún grupo de amigos, las calles son íntimas, tranquilas y con un encanto especial, los bares son alternativos y no hay alboroto, hay vida. Aquella noche Miguel y yo pertenecíamos al segundo grupo.

Había menos gente de lo que es normal por las calles, seguramente influía que era una noche bastante fría. Íbamos de la mano en dirección a la heladería cuando pasamos por delante de las salas de cine de la calle Verdi en ese momento un grupo de chicas comentaban lo atractivo que salía Jack Sparrow en la nueva de Piratas del Caribe, por defecto al oír "Sparrow" no me apareció la cara del Capitán con sus bolitas de colores en el pelo, su sombrero, los ojos pintados y la piel morena sino que se me apareció mi Jack Sparrow, el del pub, el de la Barceloneta, el de los cacahuetes y el hospital, el de las sábanas de color vino y al cual le debía una funda de sofá nueva.


Noté la mano cálida de Miguel, le miré a la cara disimuladamente. Su pelo y su bufanda parecían bailar con el viento, me fijé en que tenía un agujero en la oreja pero no llevaba ningún pendiente, busqué su manchita en el ojo y sí seguía allí, le mire a los labios mientras los movía porque me estaba hablando ( y la verdad es que no sabía de qué, había perdido el hilo de lo que me decía), volví a mirar a sus ojos verdes a juego con las rayas de su bufanda. Entonces se dio cuenta de que le estaba observando, me miró a los ojos y me sonrió, le sonreí.


-No te estás enterando de nada ¿verdad?-me preguntó.

-La verdad es que no, lo siento, ¿qué decías? - me sentía culpable pero la verdad es que me hubiera tirado otros cinco minutos observándole mientras me hablaba.

-Nada interesante, ¿tú dónde estabas? - dijo con un tono bastante divertido teniendo en cuenta que había pasado de lo que me estaba diciendo.

-Estaba.... estaba en el agujero que tienes en la oreja, no tienes pinta de llevar pendientes.-¿No?, pues te sorprenderá el cristo que llevo tatuado en la espalda, el corazón con el nombre de mi madre y los piercings en los pezones.

-Uhmm que imagen más erótica - nos reímos los dos. - Ahora en serio ¿cómo que tienes un agujero?.

-Mi oreja fue víctima de una de esas noches en las que no sabes ni lo que haces.

-¿Y despertaste con el agujero en la oreja?.

-Exacto - dijo algo avergonzado.

-Eh, que no te dé vergüenza, es algo que puede pasar.

-Puede pasar, pero dos veces es demasiado.

-¿¡Dos veces!? - pregunté incrédula.

-Sí, no fue muy divertido cuando me desperté con un delfín saltando un arco iris en el culo.

-No me lo puedo creer, ¿en serio llevas eso tatuado?.
-¿En serio? - preguntó - No, en serio no.

-Menos mal, ¿entonces nada de tatuajes?.

-Ni uno - contestó. -¿Tú? - preguntó.

-Yo tampoco - mentí.

Llegamos a la heladería aún cogidos de la mano. Pedimos nuestros respectivos helados aún de la mano y fuimos a pagar aún de la mano pero esto último resultaba difícil porque era imposible abrir el bolso, sacar el monedero, escoger las monedas adecuadas, pagar y coger el cucurucho con una sola mano.


-Creo que deberíamos soltarnos - objetó Miguel.

-Claro, sí sí - me sentí tonta, pero supongo que eso, al igual que lo del agujero en la oreja, puede pasarle a cualquiera. - Es una pena que no tengan chocolate desecho para echar por encima del helado - dije cuando ya nos habíamos ido de la heladería.

-Ahora ya no es lo mejor que puede haber, ¿no?. -preguntó haciendo alusión al diálogo que tuvimos justo antes de cogernos de la mano.

-Bueno, esto es mucho mejor que un simple helado en invierno con chocolate desecho por encima.
-¿Sí?, ¿porqué?. - me preguntó.

-Porque no te has largado corriendo cuando te he soltado de la mano - dije recordando lo que el me había dicho en la milésima de segundo antes de que nuestras manos se juntaran.

-¿Porqué iba a hacerlo?. - me preguntó después de haber probado su helado.

-Porque yo lo hubiera hecho.

-Entonces Marina no me dejas otra opción - me robó el cucurucho de la mano y empezó a correr.


Me quedé plantada sin saber bien qué hacer, pero entonces dejé que mi cuerpo pensara y no mi mente la que lo hiciera, así que empecé a correr y correr detrás de él. El aire me daba de cara y me hacía volar el pelo, todo parecía borroso a mi alrededor y tan sólo le veía a él, quería llegar a él, pero era imposible corría realmente rápido.

Miró hacía atrás y cuando vio que ya no podía más paró en seco, pero yo llevaba tanto impulso que no pude reducir la velocidad y me choqué con él. En el choqué me di contra mi cucurucho y me manché la mejilla de helado.


-¿De qué es tu helado? - me preguntó algo serio y sin mirarme directamente a los ojos.

-De dulce de leche. - le contesté con su mismo tono de voz, algo serio, tranquilo y grave.-¿Puedo probarlo?.

-Claro.

Y entonces sucedió algo que no esperaba, Miguel se acercó a mí hasta estar a milímetros de mi cara, me miró a los ojos y me sonrió, acercó sus labios hasta mi mejilla y lamió el helado que tenía en ella, después y durante tres segundos me miró directamente a los ojos como si estuviera pidiendo permiso, le sonreí, me sonrió y entonces ya sí, nuestros labios se rozaron y bailaron al ritmo de nuestros corazones.

Marina

domingo, 15 de mayo de 2011

Toma de contacto

-¿A que eran deliciosos? - me preguntó Miguel.
-Pues sí, la verdad - realmente esos eran los mejores tallarines que había comido nunca.
-Me alegro de que te hayan gustado. Oye, que no se enteren que te digo esto pero... los postres no son un punto fuerte de este restaurante.
-¿Ah no? - le pregunté sorprendida por su sinceridad.
-No, las natillas caseras se llaman "caseras" porque es nuestro cocinero quién mezcla los polvitos con el agua hirviendo, y el tiramisú al toque se llama "al toque" porque se le añade al lado un montón de nata de la mala para que el postre parezca más contundente a pesar del minúsculo trozo de tiramisú que te ponen.
-Pues si es así... gracias por la advertencia - odio la nata de spray.
-Así que, si te parece bien, podríamos ir a una heladería que hay aquí cerca o si prefieres ir más fuerte podríamos ir a un pub que hay también muy cerca, creo que ya te hablé de él.
-Sí, uhmm mejor vamos a por ese helado, me apetece mucho - me aterrorizó la idea de encontrarme a Sparrow en el pub.
-Pues déjame que pague y nos vamos a por los helados, tienen uno de mascarpone con ron que es delicioso. - Me dispuse a sacar el monedero de mi bolso, pero ni siquiera pude llegar a tocarlo, Miguel me paró las manos. - Este restaurante es como mi casa, no te puedo dejar pagar, además no te preocupes, ser hijo del jefe conlleva descuentos importantes. - Dejó el dinero en la mesa, hizo una señal a uno de los camareros y nos levantamos de nuestras respectivas sillas, fue entonces cuando me di cuenta que nos habíamos acabado todo el vino de la botella, todo daba vueltas a mi alrededor.
-Madre mía, ¿nos lo hemos bebido todo? - Miguel asintió con una leve sonrisa en la cara y me acompañó en todos mis movimientos con su mano en el hombro, debía de parecerle bastante torpe. -No estoy borracha, tranquilo.
-Lo sé, pero si ya eres torpe en estado natural, bebida podrías tropezarte hasta con un papel que estuviera en el suelo.
-Muy gracioso, pues para tu información soy campeona en salto de obstáculos.
-¿Campeona de qué? - preguntó mientras abría la puerta del restaurante, al hacerlo, un soplo de aire frío me sorprendió... realmente estaba siendo un marzo muy duro.
-De salto de obstáculos.
-¡Eso ya lo sé!, me lo acabas de decir, digo de qué, de Barcelona, de Catalunya, de España.... del mundo... - me sonó demasiado irónico.
-Ahora no te lo digo - se echó a reír.
-Va Marina, no seas así, dímelo.
-De mi colegio de York.
-¿Cuándo dices colegio quieres decir clase?- me preguntó divertido, y la verdad es que yo también me estaba divirtiendo.
-Sí, quiero decir clase.
-¿Cuántos erais?- preguntó a la vez que se colocaba una bufanda a rayas verdes que le sentaba genial.
-10. - contesté secamente.
-No necesito hacer más preguntas - dijo con tono victorioso.
-Ya te encontraré puntos flojos, no sufras que todos los tenemos.
¿Aún no has encontrado ¿ninguno?.
-Sí, uno.
-¿Cuál?.
-No te lo voy a decir, me lo reservo - me hice la interesante.
-Vale, te creo. ¿Te sigue apeteciendo el helado?, lo digo porque hace fresco y quizá estaríamos mejor en ese pub.
-No hay nada como comerse un helado con chocolate deshecho por encima en invierno.
-Tienes razón, pero incluso eso se puede mejorar.
-¿Cómo? - las yemas de nuestros dedos se rozaron accidentalmente.
-Comiendo un helado en invierno contigo. - me cogió de la mano y yo me quedé callada sin saber qué decir.


De esa noche lo que menos recuerdo fue nuestra cena en el restaurante, los tallarines, el vino, nuestro roce de manos, ese helado... porque hay tres segundos que eclipsan a todo lo demás.




Marina

viernes, 6 de mayo de 2011

Tallarines al pesto acompañados de una copa de vino rosado y de Miguel

Mientras estaba en la mesa esperando a la suculenta cena iba mirando a Miguel de reojo y me iba dando cada vez más cuenta de las toneladas y toneladas de suerte que había tenido al caerme aquel día en el bus, porque Miguel era aquella pieza que falta en un puzzle, la escasa pasta de dientes que sale del tubo vacío al apretar y apretar, el chicle de un chupa chups, la sorpresa de un huevo kinder, la vela que no se apaga de una tarta de cumpleaños, la última hoja de un árbol caduca en otoño... Miguel era algo caído del cielo, aunque también algunas veces parecía algo venido de lo más fondo del infierno.

-Aquí están tus tallarines - me anunció Miguel a la vez que dejaba el plato sobre la mesa - y aquí estoy yo con los míos - dejó un segundo plato sobre la mesa y se sentó en la silla que tenía enfrente.



-¿Vas a cenar entre servir una mesa y otra?- le pregunté.

-Créeme que si lo hiciera pasaría tanto tiempo entre bocado y bocado que podría hacer la digestión del último - Miguel acercó la nariz al plato y cerró los ojos al percibir el hipnotizante aroma de los tallarines. -Vamos, pruébalos, están deliciosos - me dijo mientras enrollaba unos pocos con el tenedor.

Le hice caso y me metí una buena tanda de tallarines en la boca y entonces noté cómo si tuviera lava incandescente en la boca.

-¿No te gustan? - se atrevió a preguntar Miguel con una notable preocupación en su rostro.

Pero yo no podía responder porque tenía la boca ardiendo y llena de tallarines.

-¿Están sosos? - me preguntó a lo que yo le negué con la cabeza -¿Demasiado picantes? - negué otra vez con la cabeza - ¿Están crudos? -negué desesperadamente de nuevo con la cabeza -¡¡Aah!! están ardiendo!! - Afirmé con la cabeza, me tragué los tallarines, bebí un buen sorbo del vino fresquito y saqué disimuladamente la lengua para que se me enfriara un poco.

-¿Vas a cenar conmigo? - me atreví a preguntar, aunque la respuesta era bastante evidente.

-Eso tenía pensado, he pedido al jefe que me dejara cenar contigo, le he tenido que decir que eras una pobre moribunda a la que no le íbamos a quitar su última cena acompañada de un tío tan bueno como yo.

-Ibas bien hasta lo del tío bueno, la última parte te ha delatado - bebí un sorbito de vino y proseguí - Igualmente, que jefe más comprensible tienes, ¿no?.

-Sí, es el típico jefe que cuesta pillarle el truco pero una vez lo pillas le tienes en el bote, y claro, 24 años con él dan para pillarle el truco unas cuantas veces.

-¿Le conoces desde hace 24 años?, entonces, ¿cuántos años tienes tú? - estaba algo sorprendida dado que si le conocía desde que trabajaba con él eso suponía que como mínimo Miguel tenía... 40 y eso... eso era imposible.

-Puedo contestarte a las dos preguntas con una sola respuesta... Francisco, mi jefe, es mi padre - le dio un sorbo al vino y me invitó con un gesto de mano a que yo hiciera lo mismo.

-¿Y no te sientes algo... presionado al trabajar con él? no sé, creo que no me gustaría trabajar con mi padre.

-A todo te acostumbras cuando no hay mejores opciones. He trabajado en otros sitios pero en ninguno me he acabado sintiendo a gusto y de estudiar ni hablemos, siempre he sido un desastre con las mates eso de logaritmos o límites cuando la X tiende a la izquierda, ¡menuda tontería! - dijo algo divertido pero noté cómo le cambiaba rápidamente el semblante - Vaya, ahora es cuando me confiesas que estudias matemáticas - no le contesté -¿Las estudias?.

-¡Qué va!, estudio segundo de psicología - me sabía mal hacerle pasar mal así que le dije la verdad sin rodeos.

-Psicóloga - dijo mientras afirmaba y me miraba directamente a los ojos.

-Bueno, a eso aspiro - no aparté mis ojos de los suyos.

-Tendrás que tratar con gente muy..... muy ¿especial?, ¿ no te da algo de cosa?.

-Me gusta la gente especial aunque bueno, más bien esa gente son personas que necesitan una ayuda y estudio para podérsela dar. Recuerdo cómo en nuestra anterior cena me dijiste que era una chica algo especial ¿me consideras como una loca? - por supuesto se lo decía de broma, aunque Miguel parecía algo serio, así que levanté mi copa y con un pequeño gesto le induje a que hiciera lo mismo, cuando reposé la copa en mis labios, él hizo lo mismo con la suya, dejé que el vino empapara mis papilas gustativas a la vez que él lo hacía también, dejamos que cayera por nuestras gargantas y dejamos la copa a la vez sobre la mesa y por supuesto, todo esto pasó sin dejar de mirarnos a las pestañas... pude ver que Miguel tenía una manchita de un verde más oscuro que el resto del iris en el ojo izquierdo.

-Bueno, todos lo somos un poco, ¿no? - contestó a mi pregunta sonriendo.

-Sin duda - y cogí unos cuantos tallarines con el tenedor.






Nuestra segunda cena había sido totalmente inesperada y desde luego estaba siendo igual o mejor que la primera. De las cenas que tenían que venir después... sólo puedo decir que hubo mejores que ésta segunda y unas pocas peores que todas las anteriores.




Marina