miércoles, 18 de agosto de 2010

Ojos verdes


21:37 barrio de Gràcia, llegaba tarde a la cena.


Sobre las 21:42 por fin encontré el restaurante "La casa di la pasta" estaba en un rinconcito de una calle bastante transitada justo delante de una fuente con un angelito y en el mismo edificio en el cual colgaba, de uno de los balcones, una sábana en la que en letras verdes estaba escrito "Gràcia lliure" pero no había ni rastro de él, del chico de las pecas.


Me asomé al interior del restaurante donde habíamos quedado, pero no vi ni rastro de él tampoco.... empecé a preocuparme... ¿No se habrá acordado?, ¿Estará escondido para reírse de mí?, ¿Se habrá arrepentido de haberme dicho de cenar juntos?.


Me decidí y entré en el restaurante, sentía que el corazón se me iba a salir por la boca.


El restaurante no era muy grande, pero era muy cuco. Estaba decorado con motivos italianos, entrar en él era como de repente estar en la Toscana, las paredes eran amarillas y en las esquinas, los bajos de las paredes y en algunas patas de mesa habían dibujados girasoles, la cocina, que estaba a la vista, estaba dentro de una pequeña caseta que había al fondo del restaurante cubierta por un tejado de color rojo, el suelo era de azulejos antiguos llenos de cenefas y el techo tenía antiguas vigas de madera de las cuales caían racimos de uvas negras. El olor a pizza y a salsa de cuatro quesos era el perfume del restaurante y desde el momento en el que entrabas era también el tuyo, embriagaba y te habría el estómago aunque antes estuviera cerrado con un candado como el mío. Pero él no estaba allí.
Salí del restaurante y decidí que si no aparecía en 10 minutos me iría tal y como había venido. En el tiempo que pasé esperando pasaron por delante mío una pareja de abuelitos que me preguntaron por un buen restaurante para ir a cenar esa noche y justo cuando estaba a punto de sugerirles el restaurante en el cual supuestamente iba a tener la cena con el chico de las pecas apareció él, el chico, negándome desesperadamente con la mirada, la cabeza y el dedo índice de la mano derecha:
-Mmmmmm... ¡No!, ¡No!-les dije a los abuelitos de manera exaltada y sin saber bien bien que hacer.
-¿No es un buen restaurante para cenar, bonita?-me preguntaron con cierto aire de sorpresa y duda en el rostro.
El chico de las pecas por detrás de ellos me indicó que les dijera que no.
-¡¡No!!, no es un buen restaurante, hay uno mejor calle abajo donde la comida es buenísima, la comida de aquí es vomitiva... buahhh, es un asco, de verdad.
-Bueno, pues gracias, iremos al de abajo- y se fueron cogiditos de la mano.
-¿A qué ha venido eso?- le pregunté al chico confundida y enfadada.
-Verás, yo soy camarero de ese restaurante y mi turno acaba a las 21:30, pero hoy han venido más clientes de lo normal y por eso me he retrasado, por cierto, ¿Has estado esperando mucho?- negué con la cabeza. -Menos mal, lo siento- se disculpó. -Y bueno, si hubieran entrado esos abueletes mi jefe me habría hecho entrar a trabajar otra vez.
-Vaya, que jefe más majo- le dije mientras le sonreía un poco tímida.
-No lo sabes tú bien- soltó de forma sarcástica y mientras se reía por lo bajo. -¿Te apetece que vayamos a cenar? ¿Tienes hambre?.
-Claro, me parece muy bien. Tengo mucha hambre- y no mentía en absoluto.
Empezamos a bajar por la calle y cuando llegamos a la esquina me di cuenta de que el súper restaurante al que había enviado a los dos viejecitos no existía pues no había ni un solo restaurante más en toda la calle, pobres.
-A la derecha- me indicó viendo que andaba un poco desorientada. Y bien, ¿Qué tal tienes el labio?, veo que ya puedes hablar como una persona normal- bromeó.
-¡Qué gracioso!-le dije en torno sarcástico. -No te imaginas lo que me dolía, por eso no podía hablar bien.
-Hombre, fue un buen porrazo el que te pegaste.... pero me amenizaste el trayecto en el bus- me dijo sonriéndome a la cara.
-De nada, me alegra saberlo- me atreví por fin a sonreirle.
-Ahora a la izquierda, no está muy lejos y se come muy bien. Por cierto, ¿Cómo estás ahora?.
-Pues... algo nerviosa- confesé.
-¿Nerviosa?.
-Bueno... teniendo en cuenta que por no saber de ti, no sé ni tu nombre....
-Es verdad, menudo fallo... no sabemos nuestros nombres, ¿Cómo te llamas?
-No, no... he preguntado yo primera así que has de..... vale, parezco una niña de nueve años, perdona... me llamo Marina- le dije mirándole a sus preciosos ojos verdes oliva.
-Encantado- nos paramos y nos dimos dos besos. -Yo me llamo Miguel- me dijo mirándome a mis aburridos ojos marrones. -Es justo aquí, espero que te guste la comida étnica.
Y entramos los dos en el restaurante.
Marina