jueves, 21 de abril de 2011

En familia

-¡Hola!, ¡Ya estoy aquí!-cerré la puerta de casa.

-¡¡Cuidado!!, ¡Meteoritos!-.Me giré rápido, pero ya era tarde, un cojín del sofá me impactó en toda la cara.. plaf!! otro cojín me impactó, pero esta vez algo más fuerte.-No te quejes, te he avisado.-Dijo Martí con una voz de pillín que ni él podía con ella.

-¿Sí?, espera a ver mis meteoritos, aunque a decir verdad no podrás verlos de lo rápido que van-. Cogí uno de los cojines y se lo lancé con todas mis fuerzas hacia él, se lo tiré tan fuerte que cuando le dio se cayó de culo al suelo y empezó a reírse con una de esas carcajadas que sólo los niños tienen, inocentes y verdaderas.-Por cierto, monstruo, mamá te va a reñir si ve que has estado de pie con las bambas puestas en el sofá.

-No son bambas, son zapatos y no las llevaba puestas-. Y se las empezó a quitar apresuradamente.

-¿Pero cómo puedes ser tan falso?-. Le tiré otro cojín que le hizo caer de nuevo al suelo cuando intentaba incorporarse. Otra graaaan carcajada.-Bueno enano, voy a cambiarme, ¿Sabes si falta mucho para cenar?.

-No sé, hay croquetas, pero no te voy a dar ni una.

-Claro que no, uhmmm sé de alguien que no va a comer después helado de chocolate.-le dije mientras me dirigía a mi habitación. Cerré la puerta y puse algo de música, la verdad es que ahora no recuerdo exáctamente qué puse, sólo sé que me acompañaba a la perfección, mientras me quitaba la ropa y me ponía un pijama, ya que el ritmo de la música se movía a mi compás. Cuando ya estaba cambiada, me hice una coleta mirándome en el espejito de mi habitación, al lado del cual tenía una foto de Tina y mía que ya tenía unos años, me fijé en que llevaba una camisa de mi madre y en que tenía el pelo más largo y más rojo, Tina en cambio seguía igual, con su pelo rojo, rizado y alocado (como ella), su cicatriz en la barbilla de cuando se cayó con la bicicleta y su pequeño tatuaje en el cuello. Quise llamarla para saber de ella y sobretodo para saber cómo le iba con Julia, pero entonces la puerta de mi habitación se abrió y asomó una pequeña silueta que se dispuso a saltar encima mío, Martí de nuevo, me arrodillé y le cogí en brazos, fuimos hasta la cocina, le senté en su silla y me comí una croqueta delante de su cara.

-Marina, no te comas aún las croquetas.-Mi madre, la mejor croquetera del mundo, si es que existe este término. -Anda, dale una a tu hermano que se le está cayendo la baba.-Y no lo decía metafóricamente.

-Bueno, la ensalada ya está.-Esta vez era mi padre, un desastre en la cocina y al cual tan sólo le podemos dejar a cargo de las ensaladas y del pan con tomate.-Le he puesto uvas, para cambiar un poco.

-Awesome honey-. Y mi madre besó a mi padre, no solemos hablar en inglés en casa porque en seguida nos dimos cuenta de que la mejor manera para que los tres habláramos bien español y catalán era hablarlo en casa, aunque de vez en cuando lo hablábamos para inculcárselo a Martí.-Ross, can you pass me the salt?.

-Take it!.-Y Martí se la lanzó al aire ya que estaba más cerca él que mi padre y sí, la sal acabó en el suelo.

-Torpe.- Dijo mi hermano.

-Anda Martí, busca la escoba-.Ordenó mi madre.

De mientras mi padre y yo íbamos haciendo el pan con tomate a la vez que escuchábamos las noticias por la televisión, y vi pasar lo que parecía una escoba flotante a mi lado, pero no, iba sujetada por Martí, la verdad es que era bastante bajito.

Después de recoger la sal, mi madre la tiró en la basura, mi padre rellenó los vasos con agua y nos sentamos en nuestros respectivos sitios, para cenar en familia.

Le pasé una rebanada de pan a Martí y el me quitó una croqueta de mi plato, le añadí ensalda en su plato y me quitó otra croqueta, me cansé y le mojé la cara con agua de mi vaso, me devolvió las croquetas y empezó a reírse, mis padres le imitaron y yo me comí mis croquetas más feliz que una perdiz.

Marina