martes, 29 de marzo de 2011

De visita

Al salir de clase siempre tengo una sensación que se debate entre la liberación y el cansancio, pero ese día era diferente. Me sentía pletórica, lo expresaba, sonreía todo el tiempo y el trayecto en el bus hasta llegar a casa se me antojó breve como un suspiro. Bajé del autobús de un salto, la cual cosa no fue nada fácil con los tacones que llevaba, subí las escaleras de mi edificio a una velocidad comparable a la de los trenes, introduje con precisión la llave, -Mamá! Papá! Despojo humano! Ya he llegado!!!, tiré la mochila sobre el suelo de mi habitación, escuché a Martí quejarse de mis "motes cariñosos" hacia él, me miré en el espejo del recibidor y lo que vi era bastante aceptable así que procedí, -Adiós mamá! papá! mugroso! me voy!! vengo para cenar!!, bajé las escaleras corriendo y sujetada fuertemente a la barandilla porque con esos tacones... podía morir en el intento, me introduje en la apelotonada boca de metro y después de estar esperando 5 angustiosos y calurosos minutos con sus respectivos 35 lentos segundos llegó el metro que me iba a llevar hasta Gràcia.


Durante el trayecto estuve pensando en si debía buscar a Miguel o a Sparrow... Miguel me había hecho pasar unas horas especiales, agradables, únicas pero me había practicamente abandonado después de la cena y quizá lo que pasara es que no quería volver a verme. Sparrow... me había refugiado cuando yo estaba más vulnerable, me había tratado genial y había pasado unas horas inolvidables bajo las sábanas de color vino, pero quizá para él no era más que otro pez al que pescar cuando éste está a punto de ahogarse.


Catalunya, Passeig de Gràcia, Diagonal... me acercaba ya a Fontana, ¿a dónde iba a ir?, al restaurante dónde trabaja de camarero Miguel, al restaurante hindú donde estuvimos cenando, al pub al que me sugirió irme a hacer una copa yo sola, a ese mismo pub dónde Sparrow me hizo sonrojar por la espuma de cerveza que tenía sobre los labios y dónde fui intoxicada por unos cacahuetes asesinos ¿o tendría que haber cogido el 59, haber ido hasta la Barceloneta y picar en la puerta del apartamento de Sparrow?, demasiadas preguntas para el minuto y medio que separa la parada de Diagonal y Fontana.



"Pròxima parada... Lesseps", ¿Querrían verme?, ¿Qué les iba a decir?, ¿Qué hacia si veía primero a Miguel o si veía primero a Sparrow?, ¡o peor! ¿Qué iba a hacer si me los encontraba a la vez?, Lesseps, ¿Lesseps?, ¿¡¡Lesseps!!?, ¿¿¿¿¿¡¡¡¡¡Cómo había podido pasarme de parada!!!!!???? mierda, joder.... bueno, tranquila te bajas aquí y retrocedes andando y en menos de cinco o diez minutos llegas a Fontana.... ¿Con estos tacones?, quince, quince minutos.


Veinte minutos más tarde me encontraba ya por fin en la parada de Fontana, tan sólo tres calles me separaban del restaurante dónde trabaja Miguel, y después de pensarlo mucho, decidí acercarme. Mientras caminaba empecé a recordar la noche de la cena con Miguel, el estado de nervios, curiosidad y miedo con el que poco a poco me iba acercando al restaurante y ahora, me sentía, quitando el miedo, de la misma manera. He de reconocer que tenía unas ganas locas de volver a verle, de oír su voz, de poder devolverle el jersey en otra cena como la que tuvimos, de reírme con él, de abrazarle y de volar a su lado.


"La casa di la pasta", aquí era. Miré el interior del restaurante desde fuera pero no vi ni rastro de Miguel, con cuidado abrí la puerta del restaurante y un olor a salsa de cuatro quesos volvió a inundarme. Pude ver a los camareros cenando juntos en una mesa, pues el restaurante aún no estaba abierto a la clientela.


-¿Querías algo?-me preguntó un señor mayor, algo barrigón, con el pelo blanco como la nieve y una barba bien cuidada. Iba vestido de camarero pero su traje era de diferente color al del resto de camareros, seguramente sería el encargado.

-Emmm, no, nada... ya me voy- eché un último vistazo pero Miguel no estaba en ninguna parte visible para mí del restaurante.

-Ah, bueno, abrimos dentro de una hora, ¿Quieres que te reserve una mesa?- ofreció el señor mayor a la vez que se levantaba de la mesa.

-En verdad estoy buscando a una persona, pensaba que trabajaba aquí.- sentí que había sido algo brusca al rechazar la invitación pero en ese momento tan sólo me importaba una cosa, ver a Miguel.

-Si me dices su nombre tal vez podemos ayudarte.-Sentí como todos los camareros me miraban de golpe.

-Busco a Miguel.-Noté como el semblante del señor mayor cambiaba.

-Miguel no trabaja ya aquí.-Vi como los camareros se miraban entre sí y el señor mayor bajaba la mirada.

-Ah, y... bueno, ¿sabes dónde puedo encontrarle?.-dije ya algo preocupada.

-No creo que eso vaya a ser posible, preciosa.

-¿Porqué? ¿Le ha pasado algo?- noté como toda la sangre del cuerpo se me iba a los pies, veía borroso, no podía ser que le hubiera pasado nada, al chico de las pecas en los brazos no, a él no.

El señor mayor tuvo que apreciar mi preocupación porque me invitó a sentarme en una silla, lo rechacé, prefería estar de pie para poder escapar de ese momento, de esa situación.

-No, no, tranquila está bien, de verdad. Miguel sólo se ha tomada unos días de baja, a veces tiene migrañas terribles en las que no puede ni oír el ruido de los tenedores al tocar el plato y claro, es algo muy difícil de evitar en un restaurante.

La sangre me volvía al cuerpo, mis ojos se centraban y mi corazón dejó de saltar a la comba.

-Entonces está bien, a parte de las migrañas, ¿no?.

-Claro, perdón si te hemos asustado, no era para nada nuestra intención.

-No qué va, bueno sí, un poco, pero es que soy muy asustadiza y me pongo siempre en lo peor... joder, perdón, ¡ooh menos mal que está bien!.-¿Cuándo volverá?.

-Pues no creo que tarde ya mucho, supongo que en un par de semanas estará sirviendo macarrones como siempre.

-¿Un par de semanas?, pobre, menudas migrañas... está bien, ya volveré dentro de unos días.

-¿Quieres que le digamos algo de tú parte?.

-No, gracias.

-Está bien, ¿le decimos al menos que te has pasado por aquí?.

-No, mejor...mejor decidle que tengo su jersey.-Muchas gracias por todo y que aproveche.

-Por descontado que se lo diremos, ¿No quieres quedarte a cenar aquí?, mira que tenemos los mejores tallarines al pesto de la manzana.

-¿De la manzana?.

-Sí, los del restaurante de la esquina dicen que tienen los mejores del mundo, pero los nuestros son los mejores de esta manzana.

-¿Cómo con los Stradivarius?

-Exacto, una chica lista.

-Bueno, se intenta. Muchas gracias pero ya me pasaré otro día a probar esos tallarines, ahora debo irme, gracias.

-Adiós, por cierto, ¿Cómo te llamas? así se lo digo a Miguel.

-Marina, dile que me llamo Marina.


Bien, ya que no había podido ver a Miguel me dispuse a ir al pub a ver si tenía mejor suerte y veía a Sparow. Cuando estaba a punto de llegar al pub levanté la mirada y vi el balcón dónde Miguel y yo cenamos, esos cojines en vez de sillas y el mantel con el color como el mar después de una tormenta. Vi sus ojos verdes, su jersey verde claro, su risa, su copa de vino. Sin darme cuenta me encontraba en el metro de vuelta a casa, ni si quiera había llegado a ver la Harley colgada de la pared del pub. Volvía con sólo un pensamiento, de hecho sólo un nombre, Miguel.

Marina

viernes, 4 de marzo de 2011

Mientras dormía...


Era un lugar idílico. Rodeado de montañas se encontraba el lago de aguas cristalinas y en medio, envuelta en sus aguas, me encontraba yo. No había nadie conmigo allí y yo nadaba, jugaba a dibujar ondas en el agua con las puntas de los dedos y a aguantar lo máximo posible debajo del agua porque al sacar la cabeza de ella una seductora brisa llenaba mis pulmones y me hacía sentir completamente viva. No había ningún ruido que no fueran mis chapoteos o los pájaros que volaban de un árbol a otro. Tenía el cuerpo, despojado de cualquier ropa y hundido bajo el agua pero mantenía la cabeza fuera y con los ojos cerrados dejaba que la pequeña corriente de agua que había me llevara y me arrastrara a dónde fuera, porque ese lugar era seguro. Abrí los ojos, el sol, cerré los ojos, los volví a abrir, una pequeña nube que atravesaba el cielo, los cerré, los abrí y vi a las hojas de los árboles moverse, cerrados, cerrados, cerrados, un destello de luz se posó en mi mirada aun teniendo los ojos cerrados, los abrí y la luz, ahora deslumbrante e hiriente del sol, me cegaba, la corriente empezó a arrastrarme más fuerte, notaba que me cogía de los pies y los estiraba hacia dónde ella quería, me dolía mucho, me hundió en el agua, no podía salir, no veía nada, se me acababa el oxígeno y aquello no paraba de coger y tirar de mis pies, me los hubiera arrancado si hubiera podido. Pero de repente, algo seguro y nuevo, aunque en el fondo conocido, me cogió de la mano y me llevó hacia él, la corriente se fue y mis pies quedaron liberados, saqué la cabeza a la superficie y respiré de aquella brisa que antes se me antojaba fresca y que me llenaba de vida. Miré hacia mi alrededor pero no vi nada, ni un rastro de aquello que me había salvado de la eternidad de las aguas. Una nube pasó delante del sol y entonces lo pude ver, algo o alguien nadaba hacia la orilla opuesta a donde estaba yo. Empecé a nadar y aunque sea totalmente incompatible, llegué a volar en el agua sólo para llegar hacia esa figura que se movía ágilmente. Cuando la tuve más cerca pude ver que esa figura era una persona, un hombre en la orilla del lago de espaldas a mí. Me puse en pie y me aproximé lentamente hacia él, me quedé unos segundos quieta y luego, le abracé quedándonos así unos largos, acogedores y únicos segundos. La nube se apartó del sol y quedé otra vez ciega en medio de la luz, pero le notaba, estaba allí aunque no le viera. Le besé lentamente la espalda hasta llegar a su cuello, se giró y me acarició la cara con sus manos, me puso mi mojado pelo detrás de las orejas, me besó en la frente y se fue, caminando y sin mirar atrás. Intenté llegar otra vez hacia él, pero no conseguía llegar nunca y sin más, le perdí de vista. Y yo me quedé allí, otra vez sola, con la brisa fresca y los pájaros volando de un árbol a otro pero ahora el agua estaba fría, gélida y ya no daba ningún gozo bañarse en ella.
Desperté en mi cama, estaba lloviendo y el agua de la lluvia entraba por la ventana de mi habitación, estaba fría, gélida.
Marina